Érase una vez un niño que se llamaba Pepito y tenía los dientes torcidos. Un día su madre le llevó al ortodoncista para que le mirasen la boca y se la arreglaran.

Cuando llegó al ortodoncista tenía miedo, porque creía que le iban a hacer daño. Al entrar en la sala de espera le preguntó a su madre si le iban a hacer daño y su madre contestó que no. A los cinco minutos le tocó entrar a Pepito. El doctor Federico le dijo que le iban a tener que poder braquets para arreglarle la boca, ya que tenía los dientes torcidos. Pepito le suplicó que no le pusieran los braquets, porque sabía que se iban a reír de él por llevar los dientes alambrados. Cuando salieron de la consulta le dijo a su madre que le encontrara alguna solución para que no se rieran de él y decidió no hablar hasta después del colegio.

Al día siguiente se dio cuenta de que le habían dado cita para colocar los braquets el día antes de las vacaciones de verano. Pepito se puso muy contento cuando su madre le recordó que tenía cita ese día.

Llegó el día de ponerse los braquets, iba asustado y nervioso, porque tenía la duda de si le iban a hacer daño o no. Cuando le pusieron los braquets le dio la razón a su madre, porque ella le había asegurado de que no dolía.

Durante todo el verano se estuvo acostumbrando a llevar los braquets, ahora come mejor que antes y ya pronuncia mejor las vocales. Después de las vacaciones de verano, el primer día de colegio todos tenían muchas ganas de verse. Cuando llegó Pepito todos los niños miraron sus braquets, uno soltó una carcajada y el resto de niños le siguieron. Todo el mundo acabó riéndose de Pepito y también le insultaron con raps. El más chulito del colegio le cantó este rap:

Fuera de aquí

niño insolente

¡No ves que estás

molestando a la gente!

Vete de aquí

no te queremos hacer nada

Sólo te queremos

ver con mala cara.

Todos se rieron y Pepito se fue a una esquina a llorar, cuando su madre le iba a recoger al colegio le contó, que se habían reído de sus braquets porque eran alambrados y metálicos.

Más tarde, comiendo, Pepito mordió una cosa muy dura, el braquet se rompió un poco y, Pepito como era muy listo, intentó arregrarlo… sin querer se hizo una modificación que le permitía cantar muchas rimas contra los niños que se metieron con él. Su madre le escuchó una rima y se quedó con la boca abierta de lo bien que cantaba. Al día siguiente todo el mundo se volvió a reís pero Pepito se defendió y le cantó el siguiente rap.

Hola pesaditos

sois unos chulitos.

Le estoy haciendo modificaciones a mis braquets

para cantar canciones.

Vosotros parecéis unos potros

con los dientes retorcidos.

Parece que me habéis mordido

mis braquets relucidos.

Yo muerdo la comida

y le quitó la vida.

Vosotros la mordéis

y las paletas os las torcéis.

Cuando escucharon a Pepito, todos los niños se quedaron con la boca abierta, como se había quedado su madre.

Su madre y Pepito tenía buenas noticias que contarse. Pepito le dijo que se habían quedado boquiabiertos con la rima que les había cantado, y su madre le dijo que le iban a quitar los braquets dentro de tres semanas.

Al día siguiente se volvieron a chulear porque no habían aprendido la lección y entonces se lo contó a su madre. Y su madre le respondió que le iban a adelantar la cita porque ya tenía listos los dientes. Se adelantó dos semanas antes de la cita que le dijeron, por eso Pepito fue muy contento a casa ya que le iban a quitar los braquets antes y entonces el pensó que debería aprenderse otra rima para darles una razón.

Cuando llegó el día de quitarse los braquets, Pepito fue muy contento al ortodoncista, fue sin miedo. Al entrar en la sala de espera, Pepito le preguntó a su madre a qué hora le iban a quitar los braquets, ésta le contestó que se lo iban a quitar dentro de un minuto. Al pasar un minuto le avisaron para entrar en la consulta. El doctor Federico le dijo a Pepito que se había portado muy bien y cuando llegó al colegio, en la hora del recreo, se volvió a rapear el siguiente rap:

¡Mirad…!

Mis dientes relucientes

distintos a los vuestros

que parecen cuescos.

Al llegar la hora de irse Pepito se puso muy contento y le dijo a su madre lo que había pasado y entonces la madre se puso muy contenta por Pepito, por todo lo que había hecho a pesar de que le costaba hacer rimas rapeantes.

AUTOR  Francisco Sánchez Cousillas

COLEGIO CEIP Antonio Guerrero (Aljaraque)

CURSO 4º primaria

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