Érase una vez una niña llamada Daniela, era alta, delgada, rubia y de ojos celestes. Daniela era hija única y estaba muy mimada.

Si quería ir al parque, sus padres la llevaban. Si quería juguetes, sus padres se los compraban… y así con todo hasta cuando tenía que lavarse lo dientes, si ella no quería… decía que en ese momento no quería.

Un día fue al colegio un dentista de la Clínica Boccio y observó los dientes de todos los niños y niñas de la clase de tercero de primaria. Cuando le tocaba a Daniela, le vio dos muelas picadas, pero a Daniela le daba igual lo que dijera ese hombre, sus dientes eran suyos y nadie mandaba en ellos. Cuando le contó a sus padres que había ido al cole algo así como un dentista, los padres de Daniela se rieron y ella les contó que le habían visto dos muelas picadas. Sus padres empezaron a preocuparse y le explicaron que un dentista era un médico especialista en el estudio y tratamiento de las enfermedades de los dientes. Aún así, Daniela no entendía por qué un hombre con bata blanca y guantes le tenía que mirar la boca.

Sus padres la llevaron al dentista. Y para Daniela aquello era un sitio raro. Cuando entró en la sala y vio la camilla y los cables se asombró. Al empastarle las dos muelas le dolió un poco, pero el dentista le dijo que era normal y al salir le regaló un cepillo de dientes. Daniela decidió lavarse lo dientes diariamente para no tenerse que empastar más muelas.

A Daniela le dieron ese día una buena noticia ¡iba a tener un hermano!. A ella le gustó mucho la idea, porque así cuando sus padres estuvieran pendientes de su hermano, ella podría entrar en la cocina y coger caramelos. Pero también pensaba que a ella no le iban a echar cuenta y sería una niña abandonada. A los tres días le dijeron que su hermanito se iba a llamar Hugo.

El día 10 de mayo nació su hermanito. Para Daniela ese día fue uno de los más especiales de su vida, lleno de intriga, de satisfacción y alegría. Con la emoción de su hermanito ya no le aparecían los malos pensamientos de que sus padres la iban a abandonar, pero no se le fue de la cabeza coger los caramelos de la cocina. Aunque como sus padres estaban pendientes de su hermano y también de ella, nunca los pudo coger.

Daniela y Hugo fueron creciendo y madurando en muchas cosas, por ejemplo, en el comportamiento. A Daniela se le fueron cayendo los dientes pero el último estaba picado, aunque el dentista no se lo vio porque ella se puso un chicle en ese diente para que no se lo quitaran. Cuando se le cayó solo por la noche, Daniela lo puso debajo de la almohada, pero como estaba picado, el Ratón Pérez no le trajo nada y le escribió una nota en la que decía:

“Querida Daniela, los dientes que están picados no me los puedo llevar porque no le sirven a las caracolas del mar”

Cuando a Hugo se le cayó el primer diente, a Daniela el Ratón Pérez le trajo una Barbie, que era su regalo correspondiente del diente picado.

Daniela fue a revisión del dentista y le dijo que ya había mudado todos los dientes de leche y que estaban torcidos muchos dientes y la dentista, desde la máquina de las radiografías, le dijo al jefe dentista que había que ponerle braquets.

Al día siguiente le colocaron los braquets y ¡le quedaron geniales!

Y colorín, colorado… este cuento se ha acabado y ¡no hay ningún diente picado!.

TITULAR  Las sorpresas de una sonrisa perfecta

AUTOR  Alba Gómez Barrientos

COLEGIO Adersa VI Campofrío

CURSO 6º primaria

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