Érase una vez una princesa llamada Denticia, hija del rey Dentor y de la reina Salubra, rey y reina del Reino de Ortolandia. A Denticia, como a todos los niños y niñas, le encantaba comer todo tipo de chuches: las gominolas, los helados, los chicles, las chocolatinas y otras muchas golosinas más.

Ella y su familia vivían en Dentilandia, la más bella e importante ciudad del Reino de Ortolandia. Ortolandia era el reino preferido de todas las personas de la época para vivir, ya que en él todos sus ciudadanos y ciudadanas reñían una sonrisa perfecta, llena de vida y de alegría. Además, la gran mayoría de sus habitantes llevaban ortodoncia, cosa que era muy normal en todo el reino.

En Dentilandia, como en todas las ciudades, para Dentor y Salubra, la salud y la higiene de la boca eran muy importantes. Y por ello, ambos se preocupaban de que todos sus habitantes, sin importar si eran niños, niñas o personas adultas, tuvieran todo lo necesario para lograr tener todos sus dientes sanos y una sonrisa perfecta y reluciente. Además, se preocupaban de hacer saber a todas las personas de la ciudad lo importante que era tener sus dientes bien cuidados y bien colocados.

Así que desde pequeños todos los habitantes de Dentilandia sabían que debían cepillarse sus dientes al menos tres veces al día, que debían visitar al dentista real al menos una vez al año o que debían llevar ortodoncia aquellas personas que tenían sus dientes mal colocados, para que así pudieran masticar de forma correcta y tuvieran una hermosa sonrisa.

Pero Denticia tenía un problema y no era feliz. Sus dientes estaban picados, sucios y torcidos, ya que prestaba poca atención al cuidado de los mismos. Además su aliento solía tener un olor algo desagradable, que no gustaba nada a las demás personas con las que hablaba. Por ello cuando Denticia se acerba a sus amigos para hablarles, a la pobre Denticia le daba vergüenza sonreír y siempre se colocaba una de la manos delante, así los demás no podían ver sus dientes mal cuidados y torcidos.

Sus padres siempre estaban intentando que Denticia se preocupara de cuidar sus dientes, pero ella no les había mucho caso. Incluso todos los días, intentaban cepillarse los dientes con ella, le explicaban cómo cuidar su boca, qué cosas debía tener en cuenta para mantener los dientes sanos, pero Denticia no prestaba atención.

Dentor y Salubra no sabían qué hacer con ella, estaban muy preocupados y no se les ocurría a quién acudir. Pero una mañan, Dentor pensó que Brackelín, mago rela de Dentilandia, podría ayudarles. Así que sin pensarlo ni un segundo, Dentor fue en busca de Salubra para dirigirse a hablar con Brackelín.

Tras caminar por unos cuantos pasillos, cruzar el jardín principal del Palacio real y subir unas altas y estrechas escaleras de la torre más alta del palacio, consiguieron llegar a la habitación de Brackelín.  Una vez se encontraron frente a la puerta, llamaron a ella varias veces, hasta que oyeron la voz del mago avisándoles de que enseguida les abría. Al abrirles vieron al mago, que era algo mayor, con largas babar y pelos algo alborotados. Sin embargo, sus dientes estaban sanos y su sonrisa perfecta, gracias a la ortodoncia que llevó tiempo atrás.

Sin más esperas, Dentor y Salubra comentaron al mago el problema de Denticia y le pidieron desesperadamente una solución para el problema de su hija. El mago pensó durante unos minutos, dando vueltas de un lado a otro s dela habitación, hasta que de repente dijo emocionado y con alegría, que tenía la solución. Se trataba de una pócima, un nuevo enjuague bucal que había preparado no hace mucho tiempo, le llamaban Ortodontín.

El nuevo brebaje lograba que aquellas personas que no prestaban atención a su salud y al cuidado de sus dientes, se empezaran a preocupar de tener unos dientes sanos, cuidados y una prefecta sonrisa. Además conseguía que se perdiera el miedo a llevar ortodoncia.

Ese mismo día, en el desayuno, Dentor y Salubra hablaron del brebaje a Denticia. Ella pensó que quizás sería mejor tomarlo para poder tener una boca sana y bien cuidada. Así que no lo dudó y lo tomó. A partir de ese momento, Denticia empezó a preocuparse por sus diente e incluso decidió llevar ortodoncia. Así, al cabo de poco tiempo, consiguió lucir unos dientes sanos y una sonrisa perfecta. Desde entonces, Denticia se sentía muy feliz de poder sonreír juntos a sus amigos y amigas sin tener que tapar su sonrisa. Además, sus padres consiguieron estar contentos al ver que como todos los niños y niñas ella era feliz.

TITULAR  Denticia y Brackelín el mago

AUTOR  cuento colectivo

COLEGIO CEIP Al Andaluz (Huelva)

CURSO 1º primaria

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